Un día, mientras
su hija de 4 años estaba felizmente distraída con sus propios dibujos, Mica Angela Hendricks, ilustradora
profesional, decidió correr el riesgo de sacar un nuevo
cuaderno de dibujo… El riesgo porque, tal y como imaginaba, su hija se fijaría
en él y tendrían que compartirlo.
La pregunta llegó rápido: “¿Puedo dibujar en el cuaderno yo también, mamá?”. Algo le susurró acerca de que era
un libro especial y que ella tenía los suyos… pero la niña no se pudo resistir.
Y señalando a un boceto de un rostro de la madre, le dijo: “Voy a ponerle un cuerpo a la cara de esa señora” y cogió la pluma.
Como era de
esperar, a Mica le encantó lo que hizo
con su boceto. La madre había dibujado
el rostro de una mujer, y la niña lo había convertido en un dinosaurio-mujer. Fue una hermosa
combinación de su estilo con el de la
cría. Así que la niña buscó más cabezas de su madre y siguió dibujando cuerpos.
Es así como comenzaron a colaborar juntas.
A veces, Mica se pregunta de
repente “¿Pero qué está haciendo esta
niña?”, pero si la deja acabar, descubre que su mundo de fantasía se
integra perfectamente con el rostro perfeccionista que previamente ella tenía dibujado
y que quizás, si no fuera por la colaboración de su hija, nunca habría
terminado.
Igual deberíamos
aprender algo de esta historia… porque a veces, al ser adultos, se nos olvida “el
niño que fuimos” y a través de los ojos de los peques podemos llegar a ver
cosas que se nos habían olvidado en un cajón muy recóndito de la memoria… Es
muy recomendable, a veces, dejarse llevar por la magia de una mente joven,
libre de expectativas o limitaciones que nos ponemos a nosotros mismos con la
edad. ¿No os parece?
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